22 de abril de 2013

Y otras historias de autobús.


¡Atención!: El texto que encontrarás a continuación puede herir la inteligencia de cualquier persona cuerda. Si eres una de ellas, cierra la pestaña de este blog, no sé qué pintas aquí. 




Me mira. No, no es a mí. Sí, claro. ¿Cómo se va a fijar en mí? ¿Tendré algo en la cara? No. Seguro que le gusto... Es tímido, no se atreverá a pedirme el teléfono  ¿Me acerco? No, que pareceré desesperada. ¡Pero si es lo que eres! Calla, disimula tonta, que se te nota. Uf, no se ha dado cuenta. Mierda, viene. ¿Qué hago? Agacha la cabeza. ¿Por qué se sienta delante mío? Joder, hasta su cabeza es perfecta. Tengo que hacer algo para llamar la atención... ¡Bien, bien! Se levanta. Le está cediendo el sitio a una vieja. Además educado. ¡Qué chico! Lo tiene todo. Y ahora lo puedo presenciar perfectamente. SE ACERCA. ¿Pero qué está haciendo? Tres metros. Dos. Uno. 
Y como no, otro más que pasa de largo. El pivonazo de detrás, como siempre.  

Y mi inteligencia ha llevado a ponerle de título a esto "Y otras historias de autobús" cuando se ve claramente que esto sólo podría pasar en un cercanías. Con razón no me pidió a mí el número de teléfono, con lo tonta que soy...