25 de mayo de 2013

Puestos a descubrir... Inventemos.

La especie humana ha descubierto cientos, miles, de cosas, objetos materiales... Pero no sólo eso. También ha descubierto sensaciones, pero no tenemos la capacidad suficiente para ponerle nombre. Yo lo he hecho, y no ha sido fácil, pero podría descubrir que he descubierto el "vete-pero-vente", el "dame-más-pero-para-ya", y la mejor de todas, he descubierto el "quierodio". Sí, y esto lo sé con certeza, hay un objeto que es el más quierodiable por mí. 
¿Alguien sabe cuál? ¿No? ¿Nadie? 
El columpio. Yo quierodio con todo mi ser los columpios. 
El otro día me subí a uno. Al principio me sentí un poco estúpida, la verdad. Las madres del parque me miraban como si estuviera cometiendo un crimen, aunque sé que por dentro se morían de envidia. Comencé a mecerme, el viento echaba mi pelo hacia atrás, pero todo mi cuerpo tenía la sensación de que iba a contracorriente. Por un instante cerré los ojos,  en cuanto los volví a abrir pensé, por una milésima de segundo podría tocar el cielo, que saltaría, me engancharía a una nube, y me hubiera quedado allí eternamente. Pero el tiempo es efímero, y esa milésima de segundo pasó demasiado rápido. Pisé la realidad con los pies, y recordé la diferencia entre la imaginación y la realidad. La clara diferencia entre la libertad de poder volar en dirección contraria y la opresión de la sociedad para hacernos con moldes. 
Por esa milésima de segundo amé con todo mi ser a ese columpio. Luego, el resto del segundo, lo maldije por no dejarme en esa nube. 

22 de mayo de 2013

Tengo tantas cosas por decir esta noche, tanto dentro... 
Como Neruda podría escribir los versos más tristes esta noche, pero encontrarte ha sido demasiado perfecto. 


Cuestiones y más cuestiones.

¡Atención! ¡Atención! Últimas noticias:
Encuentran rastros de un suspiro en el diminuto corazón de aquella muchacha. Dicen, cuentan, comentan que ha sido precioso, que sonaba tal que las olas pareciesen que se rompían en las rocas, bajo el cielo nublado.
Algunos opinan que ha sido debido a la luna llena, otros al cambio de temperatura tan repentino. Los más optimistas, muy pocos, opinan que la respuesta se puede hallar en la sonrisa del chico de ojos verdes. Pero se ha de decir que apenas queda gente que crea en esos suspiros... Mas sólo ella sabe la respuesta.

20 de mayo de 2013

Hoy tengo ganas de quererte...

Todo muere. Las personas, las flores, los sueños... Todo se marchita y cae rendido bajo su propio peso. Ces't la vie. Pero a pesar de esta trágica noticia, no debemos olvidar que hay algo mucho más importante que la muerte: las ganas. Esas no mueren, ni se marchitan, ni se desvanecen. Esas curan, y hasta a veces desafían a la vanidosa muerte con antojos como '¡Tengo ganas de morir de amor!' o '¡Muero de ganas de matarte a besos!'... Y entonces surge la solución; aprendemos a ser inmortales con el fácil truco de morir cada día de ganas por hacer algo que no nos dio tiempo a hacer ayer.

9 de mayo de 2013

Con la cabeza en otro lado. Contigo.

Me hizo sentir como una auténtica yonki, con la misma dependencia que los drogadictos necesitan cada día su droga. Había veces que ni dormía, sólo esperaba a que él apareciera, con su mirada y su media sonrisa. Las ansias de sentirle ni me dejaban vivir. Había mañanas que parpadeaba infinitas veces y después, me apoyaba sobre su pecho para comprobar que era verdad, que estaba allí, conmigo. Nos emborrachábamos de besos y vivíamos de impulsos recién salidos del corazón. Y sí, puede parecer que ahora mismo esté de pie, pero mis rodillas seguirán temblando cada vez que sepa que él, va a aparecer por la esquina.

5 de mayo de 2013

Yo veo el vaso cansado

Un día, una psicóloga en una clase de ayuda grupal cogió un vaso lleno por la mitad, lo levantó, y en cuanto todo el mundo se disponía a mentir y decir que en efecto, veían el vaso medio lleno, ella no preguntó lo que se correspondía con tal respuesta. En su lugar dijo:
-¿Cuánto pesa este vaso?
Los oyentes se quedaron perplejos, pero todos respondieron, pesaría unos doscientos gramos. Y la respuesta hubiera sido correcta en un laboratorio, pero la psicóloga tenía una respuesta alternativa:
-Por supuesto, este vaso ahora mismo puede pesar doscientos gramos, y mi brazo sabe que pesa eso, pero si estuviera tres horas con el brazo levantado sujetando el vaso, mi brazo puede pensar que el vaso ha multiplicado su peso por cinco. Es más, si me paso el día entero alzando el vaso acabaré con el brazo cansadísimo y no sabré si tengo un brazo o un ejercito de agujetas. Bien, pues esto es lo que hacen nuestros problemas. Si pensamos en ellos diez minutos al día le daremos la importancia que se merecen, si estamos tres horas dándole vueltas quizás parezcan más grandes de lo que son, pero si estamos día sí y día también con ellos en la cabeza al final acabaremos por volvernos locos. 

3 de mayo de 2013

Él era demente y ella de menta.
Estaban en el coche. Una de sus manos en el volante, la otra en el muslo de ella. En su preciosa y casi perfecta pierna. En los semáforos en rojo la contemplaba como se contemplan los paisajes de otoño, con la boca abierta y perdiendo la noción del tiempo. Durante todo el trayecto ella sólo respiraba, su respiración era fuerte, fuerte y preciosa. Queda raro decir que tenía una respiración bonita. De repente le hizo parar el coche, aún no estaban en ningún sitio, pero ella escusó su urgencia con la necesidad de un beso. Ese beso llevó a que la mano derecha de él subiera y subiera, hasta llegar a rozar sus pantalones, cortísimos. Ella le acariciaba la cara. Sin que ninguno de los dos se dieran cuenta ella ya se encontraba encima de él, buscando la posición en la que su rodilla no se encontrara con el freno de mano. Alardeó de saber quitar muy bien el sujetador, bien y rápido. Y en un abrir y cerrar de ojos se encontraron, ella sin sujetador, él sin camiseta y a oscuras, alumbrados tan solo por los focos del coche.

-Sabes a caramelo, las chicas no deberían saber tan dulce.