Sólo tú eliges a qué trenes subir. Si prefieres perder este para coger el segundo, por no llegar demasiado pronto, o mejor coger el de las siete de la mañana para pasar el día entero en el destino. Quizás escogemos el del azar o nos va mejor el de la previsión. Nos fiamos poco de la suerte, salvo cuando tenemos miedo y sólo avanzamos en línea recta si no seguimos la vida, sino el fin. Cometemos errores continuamente escogiendo nuestros trenes, y suele ser por los colores. Más bonito es el verde esperanza, que el negro tragedia.
Hay trenes para todos, pero no para siempre.